Súper Randonnée Sierras de Salamanca
Se inicia la ruta en una de las ciudades con más riqueza monumental de Europa, pues de cada uno de los grandes estilos arquitectónicos contiene Salamanca al menos un ejemplo sobresaliente: románico (la catedral vieja y varias pequeñas iglesias), gótico (catedral nueva y San Esteban), renacentista (Escuelas Mayores o Universidad, portada de San Esteban, Palacio de Monterrey, Casa de las Conchas), Barroco (Clerecía y Plaza Mayor), neoclásico (la Purísima, Palacio de Anaya) y hasta el modernismo (Casa Lis).
Su variada arquitectura renacentista del s. XVI nos muestra a Salamanca en todo su esplendor, cuando el prestigio de su universidad irradiaba a toda la cristiandad. Pero la imagen icónica de Salamanca es su Plaza Mayor, gloria del barroco español, que no tiene en España semejante (ni creemos que en el extranjero). Allí, en este espectacular cuadrilátero irregular, a la vista de sus 88 arcos y 274 balcones, tiene su punto de salida esta prueba de super randonnée, que nos llevará por otras históricas villas de la provincia, y que tocará también el oeste de Ávila y el norte de Cáceres.
Cruzando el Tormes por primera vez, preferiblemente por el puente romano, que es peatonal, se sale de la ciudad. Rodea a Salamanca un anillo de magníficos campos de cultivo de cereales y legumbres, a través de los cuales, en dirección sureste, discurrirán nuestros primeros kilómetros, dejando atrás el alto soto de torres que cantó Unamuno. Posteriormente el terreno se volverá más ondulado y aparecerá el monte de encinas. Este bello árbol, símbolo de Salamanca, apenas nos abandonará ya en nuestro recorrido. La mayoría de los ejemplares son centenarios y en muchos de ellos el tiempo ha labrado verdaderas esculturas.
Al poco daremos vista a un pueblo cuyo nombre nos indica que estamos en la cuna de la Casa de Alba de Tormes, o simplemente Casa de Alba, el más importante linaje de la nobleza española. Se conserva la torre del palacio ducal, con interesantes pinturas al fresco. En Alba de Tormes yace Santa Teresa de Ávila, del incorrupto brazo, que aquí vino a dar con sus huesos tras su asendereada vida.
Continuamos en dirección sureste, donde el terreno se va volviendo más quebrado y entre las encinas aparecen los berruecos (peñascos graníticos) tan característicos del sureste de Salamanca y del oeste de Ávila. Tras Horcajo-Medianero se franquea el límite de la provincia de Ávila. Progresando hacia el sur llegaremos a Piedrahita, otra villa con historia, donde se puede admirar el palacio que en el s. XVIII se hiciera construir, para residencia de verano, el XII Duque de Casa de Alba. Es de estilo versallesco y en el pasaron temporadas algunos de los pocos ilustrados que en España han sido, como Goya y Jovellanos.
Está Piedrahita a la sombra de la imponente Peña Negra (Sierra de Villafranca), frecuentada por aficionados al parapente de todo el mundo. Con el paso del puerto del mismo nombre, largo y más bien tendido, comienza de verdad a sumar el desnivel. En su alto disfrutaremos de un sobrecogedor espectáculo de la naturaleza: las parameras de Ávila, amplias tierras rasas en lo alto de algunas montañas de esta singular provincia, que transmiten una intensa sensación de soledad y apartamiento del mundo. Pasando la Herguijuela, uno de los pueblos de más altitud de España (1682 msnm), se llega al cruce con la carretera AV-941, donde se interrumpe nuestro avance meridional y comenzamos a dirigirnos al Poniente. Estamos en las estribaciones de la Sierra de Gredos, la más elevada del Sistema Central.
Por la misma carretera alcanzamos El Barco de Ávila, a orillas del recién nacido Tormes, antaño en la jurisdicción de los duques de Alba y rica en monumentos y vistas de Gredos. Tomando brevemente hacia el sur por la concurrida N-110, enseguida volvemos al occidente, en dirección al Puerto del Tremedal. Por su cara sur, el puerto es frondoso y tirando a empinado. Aproximadamente a mitad de la subida es obligado entrar en el pueblo de Tremedal, de recoletas calles, bellas vistas y buena fuente. La bajada por la cara norte, tras una preciosa paramera, es trabajosa, por lo larga y el mal estado del firme, pero nos deja unas amplias vistas de las llanuras de Ávila y Salamanca. Al final está Becedas, pueblo grande y animado.
Tomando la AV-110, pasado San Bartolomé se vuelve a entrar en la provincia de Salamanca, en la que en breve llegamos a Béjar, en un bello enclave al pie de la sierra del mismo nombre. Es uno de los pueblos más grandes de la provincia, hasta hace poco famoso por sus paños de lana. Siguiendo hacia el oeste, por preciosas y tranquilas carreteras entre los valles del Alagón, Sangusín y Cuerpo de Hombre, casi alcanzamos Sotoserrano, que está en la falda sur de la Sierra de Francia.
Dejando a este pueblo a la derecha, descendemos a Riomalo de Abajo, con lo que cambiamos de provincia (Cáceres), Comunidad Autónoma (Extremadura) y entramos en el mítico territorio de Las Hurdes. Las "Jurdes" (en la pronunciación local), históricamente apartadas de las corrientes civilizadoras, están constituidas por una enrevesada acumulación de montañas pizarrosas y angostos valles. A base de aterrazar las pendientes para plantar un olivo y unas patatas, sus laboriosos habitantes apenas han arrancado el sustento a estas míseras tierras, en las que tanta hambre se ha pasado. Pero la tenacidad de los hurdanos, unida por fin al interés de las administraciones, les ha sacado de su pobreza y aislamiento. Desde hace décadas la comarca está bien comunicada y ha alcanzado un aceptable nivel de desarrollo, explotando con inteligencia sus recursos naturales y turísticos. El paisaje de Las Hurdes es único en el mundo y en otoño ofrece un espectáculo inigualable.
La comarca merecería un recorrido más detenido, pero esta super randonnée debe limitarse a trazar un óvalo alrededor de su tercio norte, recorriendo los preciosos valles del río Hurdano y del río Malo o Ladrillar, para salir por el Valle de las Batuecas, en dirección norte y hacia la salmantina Sierra de la Peña de Francia.
Las Batuecas, situadas ya en Salamanca, son una comarca distinta de Las Hurdes, si bien hasta entrado el siglo XX se las consideraba una misma entidad. Aunque, como se ha ido viendo, nuestra ruta abunda en lugares de gran belleza, si hubiera que escoger uno, nos quedaríamos con este. Recorrer en bicicleta el Valle de las Batuecas y salir de él por el puerto del Portillo es un verdadero privilegio. El valle es un estrecho desfiladero entre paredes de roca y vegetación lujuriosa, mecido por el rumor de las aguas del río Batuecas y de pequeñas cascadas. Al inicio del puerto sale un desvío a las ruinas del grandioso convento e iglesia de Carmelitas, así como a varios eremitorios en sus laderas. Hay pinturas rupestres y pueden avistarse cabras montesas. Conforme se gana en altura, se nos ofrecen inolvidables vistas del laberinto hurdano.
La bajada del puerto del Portillo nos deja en La Alberca, capital de Las Batuecas. Es el pueblo más conocido y visitado de la provincia, por su pintoresco caserío, exponente de la denominada arquitectura serrana, de estrechas calles empedradas, con una bella plaza mayor. Quizá el conjunto quede un tanto deslucido por su sobreexplotación turística.
Al noroeste de la Alberca está la Peña de Francia, la cabeza de la Sierra de Francia, y allí nos dirigimos. La Peña de Francia, por su característica cumbre de paredes cortadas a cuchillo, es un accidente geográfico inconfundible para cualquier salmantino, pues se divisa desde casi toda la provincia y más allá. La carretera de subida tiene dos tramos: uno, el puerto propiamente dicho, hasta el Paso de Los Lobos. Y otro, desde el paso de Los Lobos hasta la cúspide de la Peña, para uso de turistas y peregrinos. En tan escarpado paraje se edificaron en los siglos XV y XVI un convento de frailes y una iglesia que custodia la imagen de la morena Virgen de La Peña, muy popular y festejada. Desde tales alturas (1727 msnm) se tiene una amplísima perspectiva que alcanza a Portugal, buena parte del Sistema Central, las llanuras extremeña y salmantina y parte de la provincia de Zamora.
El nombre de Francia, que se repite en varios lugares (Peña de Francia, río Francia, Nava de Francia) fue puesto por los franceses que, a instancias de Raimundo de Borgoña, se asentaron en estas tierras tras la Reconquista.
Al regresar de la cumbre de la Peña de Francia al paso de Los Lobos, se sigue en la dirección oeste que traíamos antes de empezar el ascenso a la Peña. Tenemos por delante un precioso y largo descenso con vistas al valle del río Agadón. A nuestra mano derecha nos saldrán al paso dos magníficas fuentes, y otra a la entrada del pueblo de Monsagro, más otra en su plaza. Monsagro quiere decir "monte sagrado", por estar aquí enterrados los cristianos que cayeron en una batalla contra los árabes en el siglo IX.
Al poco de salir de Monsagro, llegamos al cruce con la carretera de la Sierra del Guindo, e interrumpimos ya definitivamente el avance hacia el poniente, al que volvemos la grupa para enfilar otra vez hacia el levante. Esta trayectoria oriental la mantendremos ya constante hasta llegar a un punto (cruce de Gallegos de Solmirón) cercano a la ya conocida Piedrahita (casi el punto más al este de la ruta), por lo que será casi como desandar lo andado, pero ahora por carreteras más al norte.
La Sierra del Guindo se flanquea por una deliciosa pista forestal asfaltada, prácticamente llana, recoleta, umbría, bordeada de helechos y pinos negro y albar. Tras ella, pasando por El Maíllo y El Cabaco (que debería ser El Cavaco, por las cavenes o gigantescos surcos excavados por los romanos para la explotación minera del manganeso) y tomando un ligero rumbo sureste, nos vamos adentrando en el meollo de la Sierra de Francia, por los vericuetos de frondosos valles. Son de destacar el pueblo de Mogarraz, tan pintoresco como La Alberca pero menos transitado, y el soberbio paisaje de la carretera a Herguijuela de la Sierra, que primero se desciende y, tras visitar este coqueto pueblo, se asciende para llegar a Sotoserrano (se recordará que antes, camino de Las Hurdes, lo dejamos de lado).
Desde Sotoserrano se va lentamente ascendiendo, pasando por Cepeda, hasta Miranda del Castañar. Enclavado en lo alto de una loma, fortificado por gruesos muros con sus cuatro entradas y castillo, es un pueblo de rica historia y bellas casas.
Saliendo de Miranda del Castañar nos vamos adentrando en otro ámbito no menos fascinante: la adusta y remota Sierra de las Quilamas. El primer pueblo que visitaremos es Valero, al que se llega por una apartadísima carretera que discurre por el fondo de un profundo valle excavado por el río Alagón. Subimos a San Miguel de Valero, en lo alto de la montaña, desde donde se desciende a San Esteban de la Sierra en un paisaje que parece Suiza. Estamos en un pueblo vinícola, sede de la Denominación de Origen Sierra de Salamanca. De él salimos por una desconocida carretera, que atraviesa los viñedos propios del lugar: de cepas centenarias y cultivados en terrazas que miran al mediodía.
Por aquí alcanzamos las Entresierras, territorio a caballo entre las de Francia y Béjar. El pueblo de Los Santos tiene importantes canteras de granito. Saliendo de esta zona y siguiendo por tierras características del este de Salamanca, de encinas y berruecos, pasamos por Fuentes de Bejar, Santibáñez de Béjar, antaño rico pueblo de comerciantes de quesos, de cera de las Hurdes y de mulas; y por El Puente del Congosto, de altivo castillo y largo puente, bajo el que pasa caudaloso el Tormes rugiendo entre las peñas. Siguiendo por la misma carretera, llegamos a un cruce donde, hacia el norte, sale la carretera a Gallegos de Solmirón. En este punto, como decíamos, interrumpimos nuestro avance hacia el oriente y apuntamos brevemente al septentrión, camino de Armenteros.
Entramos en el quebrado terreno de la Sierra de la Ventosa. Tras Armenteros cambiamos rumbo al oeste, atravesando los pueblos (Íñigo Blasco, Navahombela, La Tala,) por donde transcurre una ruta que los Amigos de la Bici de Salamanca denominan "La Quebrantahuesos charra", con lo que no hace falta decir más. Pasamos de nuevo el río Tormes, por un largo puente en el extremo sur del embalse de Santa Teresa. Estamos ya a un paso de Guijuelo, pueblo muy rico y famoso por sus jamones y embutidos.
Saliendo de Guijuelo por el oeste, por Fuenterroble de Salvatierra adelante - nuevamente por Entresierras - alcanzamos Linares de Riofrío, en la cara norte de la Sierra de las Quilamas. Este pueblo y Escurial de la Sierra, Navarredonda de la Rinconada y Rinconada de la Sierra forman la subcomarca de La Calería. Entre Escurial y Navarredonda se yergue el pico Cervero, que con sus 1465 metros es el más alto de las Quilamas. En este último pueblo se ofrecen las antiguas escuelas como albergue gratuito para los cicloturistas participantes (contactar previamente con la alguacila o el alcalde).
El Cervero hace de límite entre dos territorios emblemáticos de Salamanca: lo que queda al sur es la Sierra y lo que cae al norte es la dehesa del Campo de Salamanca o Campo Charro. Tiene además esta montaña el honor de ver nacer el río Huebra, un exquisito curso fluvial que discurre por las dehesas del Campo Charro y del Campo de Yeltes, donde se une al río Yeltes hasta su desembocadura en el Duero, pasando por los angostos desfiladeros de los Arribes. Cuando han venido buenas la otoñada y la primavera, ver al Huebra correr a su paso por las dehesas es el gran y desconocido regalo que nos hace Salamanca.
La dehesa mediterránea, a la que pertenece el Campo Charro, es un ecosistema único en el mundo, que ocupa a grandes rasgos un triángulo equilátero, tapizado de pastos y quercíneas (encinas, alcornoque y quejigos), cuyos vértices son, al norte, Salamanca, al suroeste, el Algarve portugués y al sureste Ciudad Real. El Campo Charro es, si se nos permite, la máxima expresión de la dehesa mediterránea. En un terreno suavemente ondulado arraigan bosques de encinas centenarias, fruto de la paciencia de los propietarios de las fincas. Sus pastos se dedican mayoritariamente a la cría extensiva de ganado vacuno, incluyendo sus renombradas ganaderías de reses bravas. Quien contemple toros de lidia pastando en una dehesa del Campo Charro, puede considerarse un elegido de la Fortuna.
En Tejeda y Segoyuela quedan las ruinas del castillo de los Tejedas. Abusejo y La Sagrada se comunican por una apartada carretera que atraviesa parte de la magnífica finca Gallegos de Huebra, por donde pasa discretamente nuestro querido río. Hasta Sanchón de la Sagrada seguiremos otra encantadora carretera por una vaguada. Lo que de aquí queda a Salamanca: Carrascal del Obispo, Villalba de los Llanos, Matilla de los Caños del Río, son nombres señeros del Campo Charro. Desde las alturas del Teso de los Montalvos daremos vista a la ciudad de Salamanca, con su catedral en lo alto. A la ciudad entramos por el Puente Romano, si bien los primeros 11 arcos que atravesemos son reconstruidos, pues a los originales se los llevó la devastadora riada de San Policarpo de 1626. Los 15 arcos siguientes sí son genuinamente romanos. En su extremo hay un verraco de la época de los Vetones, uno de los muchos que este pueblo primitivo dejó por sus áreas de asentamiento. Al pie de este milenario tótem acaba la Súper Randonnée Sierras de Salamanca.
Falta poner fotografías...
Paco Santos